Cien años después del clímax catastrófico de los nacionalismos en Occidente, divisamos una nueva cumbre en la expansión de este sentimiento que destruye la posibilidad de una democracia. El progresismo se halla también empantanado por esa raíz dogmática e identitaria típica del nacionalismo de extrema derecha.Se trata, en palabras de Alejo Schapire, de la primera religión surgida de las universidades. Un clero que, disfrazado de diversidad, utiliza métodos inquisitoriales para acallar la disidencia. Prueba de ello es el antisemitismo, que en Occidente resulta de la combinación del odio al otro y el odio contra uno mismo, y cuyo rastro sigue el autor para ofrecer un análisis tan terrible como certero.Juan Soto Ivars