Esta obra revolucionaria explora por qué en nuestra cultura nos mostramos tan dispuestos a comer algunos animales mientras que ni se nos pasa por la cabeza comernos a otros. Melanie Joy, psicóloga social, afirma que este fenómeno se explica por un proceso de negación. Hacemos caso omiso de los hechos: de la capacidad de conciencia de los animales, de su capacidad para sentir dolor, de las crueles prácticas ganaderas, de que no necesitamos comer carne y de que, por lo general, sin ella viviríamos más y mejor.Traducida a diez idiomas, se ha convertido ya en un clásico del movimiento animalista y está cambiando la percepción que tenemos sobre los animales a miles de lectores en todo el planeta.
Esta obra revolucionaria explora por qué en nuestra cultura nos mostramos tan dispuestos a comer algunos animales mientras que ni se nos pasa por la cabeza comernos a otros.
Prólogo 11Agradecimientos 15Capítulo uno. ¿Para amar o para comer? 17Capítulo dos. El carnismo: «Las cosas son así» 29Capítulo tres. Cómo son las cosas en realidad 43Capítulo cuatro. Daños colaterales: las otras víctimas del carnismo 77Capítulo cinco. La mitología de la carne: justificación del carnismo 99Capítulo seis. Las lentes del carnismo: interiorizar el carnismo 119Capítulo siete. Dar testimonio: del carnismo a la compasión 139Guía para el grupo de lectura del libro 155Recursos 161Notas 169Bibliografía 183Índice analítico y de nombres 203
Era la chica amante de la pizza de carne y doble de queso en su adolescencia. Pero a los 23 años se hizo vegetariana después de sufrir una intoxicación con una hamburguesa en mal estado que la llevó al hospital. Melanie Joy, de 47 años, es hoy una activista defensora de los derechos de los animales que recorre el mundo con una idea: Quiero que las personas sepan que tienen elección de no comer alimentos de origen animal. Una opción que, según dice, no existe. En su opinión, nacemos en sociedades carnívoras y pasamos de la lactancia materna al filete.Delgada, de apariencia más joven que lo que revela su fecha de nacimiento, Joy dice sentirse más saludable que cuando comía carne. Al principio no sabía nada sobre el tema, en EE UU había poca información, y creía que al hacerme vegetariana podía ponerme enferma, recuerda. Eso no sucedió y, desde entonces, esta profesora de Psicología y Sociología de la Universidad de Massachusetts (Boston) ha eliminado de su dieta cualquier ingrediente que antes tuviera ojos. De hecho, cita la entrevista en una cafetería donde no se sirve leche de vaca. Ella opta por aclarar su café con una de soja.Con todo, Joy dice que no defiende no comer carne, sino que se haga o no por una elección libre, y cuando se sienta a la mesa con un amigo que devora una pierna de cordero no le juzga. Reconozco que es el mundo que hemos heredado, justifica. Sin embargo, cree que el sacrificio de animales para el uso humano, también para la ropa, es una atrocidad mundial. Todos los animales tienen el deseo de continuar viviendo, razona. Sin embargo, dice, a unos los queremos como mascota y jamás les hincaríamos el diente y a otros los echamos a la cazuela. Los motivos de esa elección son los que escudriña en su libro Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas (Plaza y Valdés Editores), que ha venido a presentar en España.