El último libro de Aldo Sanz, azar (+ no tanto) puede ser leído como una sucesión de estampas más o menos difuminadas por el paso, el correr, el olvido, la deformación del tiempo, como se prefiera. Confluyen, en su brevedad, temas recurrentes de su última poesía, como la presencia de Antón Makarenko (posible símbolo de disciplina paterna) o la de T. S. Eliot, símbolo más complejo y ambiguo, polisémico en todo mismo tiempo instala su escritura en distintos planos, tanto espaciales como temporales, planos que bien pudiéramos llamar «cubistas», a la manera de «El músico de Saint-Merry», célebre poema de G. de espejos o catálogo de alucinaciones controladas son otras posibles lecturas que nos acercan (y cercan) a la poética de Aldo clave final, como siempre, la urdimbre certera la pondrá el lector con su lectura, que es el lugar donde se terminan de escribir todos los